MONÓLOGO FINAL

En la residencia de Carmen ya nos conocen.
– Han venido las chicas del teatro –
Y la chica se va a buscarla y a ver cómo está hoy y nosotras la esperamos.
Pieles descolgadas abandonadas al paso se manifiestan incansables.
Elegir es una palabra que no existe en los diccionarios de los edificios anaranjados con vírgenes en la proa.

Aquí ya nada es salvaje, lo silvestre y sus olores desaparecieron al cerrar las puertas de rejas plateadas y timbres que solo sirven para entrar sin salir. Y dejarte sin voz, sin amigas, sin cocina, ni radio, ni musas ni pinceles ni sueños ni nada.
Cantos delirantes me acompañan cada amanecer atragantado por tostadas secas encima de un mantel de papel enmudecido.

Los miércoles juego al dominó con Pepe. Luego salgo corriendo a coger el metro para ir a la peluquería de valencia porque en la residencia peinan fatal.
Allí me espera Carmen Vilata para pintar niños que pintan flores que contienen jardines que contienen barreras que contienen ascensores que te llevan otra vez rumbo a la inexistencia.
Y viene Antonio y me saca a bailar y me besa torpemente y me dice que la próxima vez lo hará mejor y nos casamos y la noche de bodas rompemos las sábanas.

Pinto flores mal pintadas pero generosas de vida, de hambre, de camino, de olor a a vino a paella y a sal.

Luces de hospital. Toni, Daniel, La Alameda, Carlos, Carlos, Carlos… Papá, María Amparo, Navajas, México, El Círculo, Lo que el viento se llevó, Gary Cooper, la boina roja que te diferencia de las demás.

Me doy gracias por mi valentía y mi rebeldía.
Soy la más alta, y tengo ventaja para llegar la primera al cielo de mi República de color pastel.

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